lunes, 23 de septiembre de 2019

Desde Canoa

El día comenzó con desvelo, el desgano de un sueño interrumpido unas cuatro o cinco veces por el llanto del bebé o la tos de la niña. Ser adulto es cansado, pero más sano que ser joven en los excesos y la fiesta eterna.
Fruta, un café y tomar el auto para manejar una hora y llegar al pueblo de Canoa. Ese pueblo es famoso porque hace unos años lincharon a unos jóvenes, se hizo una película y de los motivos reales de tan complicado evento nada en realidad.
Pese a sentir que llegaba tarde adelanté a mis compañeras. La misión de hoy fue llevar un taller de medios a los niños, con Alas y Raíces para los niños de Puebla y Diario El Popular. Les motivamos para que escriban, dibujen y graben sus voces. El resultado se publicará en la sección infantil del periódico y sus grabaciones pasarán los viernes en Arriba Chamaco en la sección “Contar es Imaginar”.
https://drive.google.com/uc?export=view&id=1XpWGnz-dnZ077nyUjM-QPsQcTw6Tv50q
En la parte más alta del pueblo de Canoa, donde parece terminar el cableado y las calles pavimentadas, está el centro escolar, dedicado a un militar recién fallecido. 
Estacioné mi auto junto a una pequeña laguna, una especie de laguito de temporal del que toman agua las personas y el ganado. Cuando bajé miré un par de botes amarillos en la orilla: activo. Tendrá unos días acaso que los aventaron, no más. No están oxidados ni llenos de agua. El hermoso paisaje contrastaba con las latas amarillas que dan cuenta de esa drogadicción asociada a la pobreza y la falta de opciones de vida. 
Entendí entonces por qué había tantos retenes policiacos durante el camino, estaban deteniendo camionetas, pipas y autos grandes que pudieran estar transportando cosas ilegales. Ni siquiera voltearon a mirarme cuando atravesé los retenes.
Llegaron las compañeras del proyecto y comenzamos a trabajar con dos grupos, uno de quinto y otro de sexto grados. Jugamos paracaídas y dimos los talleres.
Los niños y las niñas jugaban pesado por momentos, pero sin esa malicia disfrazada de inconsciencia que sí he notado en otras escuelas, cachorros maravillosos jugueteando y pasándola bien. No, no sentí violencia en ellos, tampoco ganas de brincarse las reglas o pasar por encima del adulto.
Llego el momento del taller y fue genial descubrir a algunas niñas con un gran potencial para comunicarse. Notar la consciencia tan profunda de su entorno, darme cuenta de que ellas y ellos tienen miedo, están preocupados por la violencia, los robos y el dolor que eso les causa.
Cerramos compartiendo las frases en náhuatl que más les dicen sus abuelos, aquellas tipo: has la tarea o te doy una patada. O las bromas estilo “come caca” qué fascinan a los niños que saben más de un idioma y gustan de hacer bromas a quienes, como yo, a duras penas van dominando una.https://drive.google.com/uc?export=view&id=1uWKJgBarsYD3hagL5Al-dJhirmiUe2Wr
Cuando regresábamos mis compañeras de prensa me contaron lo que había impactado a los chicos apenas unas semanas atrás: a un joven le reventaron la cabeza con una piedra, estaban escritas las crónicas y dibujado el evento. No entiendo esa violencia tan cercana en chicos que no la expresan cotidianamente, ¿algo hay escondido ahí en ese pueblo nahua que no se muestra con facilidad a los visitantes?
No lo sé, sólo sé que la marginación, la pobreza y la ignorancia son presas fáciles de grupos delictivos no precisamente pobres ni marginados, sólo sé que cuando las opciones de vida son cortas hay mucha facilidad para destruir una comunidad, manipularla y utilizarla para fines poco honestos.
Volví descolocado por la parte violenta y feliz a la vez, a mí no me contaron nada de eso, claro que expusieron su enorme preocupación por la violencia, las violaciones, robos y drogadicción, pero también mostraron sus risas, su alegría y esas ganas de hacer de su comunidad un mundo maravilloso.
Y sé que lo lograrán.

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