Martín Corona Alarcón
Yo supongo que cuando el mono bajó del árbol y pudo hablar dijo: no soy más
mono, ahora seré humano. Y los que pudieron entenderlo le creyeron, pero antes
tuvo que explicarles su sueño: aquello que lo hacía humano. Y mediante largas
explicaciones e historias imaginó lo que después comprendería pertenecer a la
humanidad.
Porque los humanos somos los únicos animales que se cuentan y cuentan. Los
únicos bichos sobre la tierra capaces de enumerar, acumular y generar “ganancias”,
pero todo ello es sólo porque se cuenta. Es decir, puede inventar un discurso
acerca de algo que no existe aún y contándolo, escribiéndolo, pintándolo o,
simplemente, comunicándolo hacer que otros humanos lo crean posible y después
lo hagan una realidad.
El ejemplo de lo anterior es nuestra realidad circundante: ciudades
enormes, ideas como democracia, amor y, sobre todo, pantallas. La gente de
nuestro momento histórico alimenta su alma de lo que mira y escucha en las
pantallas. Frases como: “es verdad, lo vi en televisión” o “ya lo leí en el
periódico”, son lo más común para validar algo nuevo o diferente. Y si además
le sumamos los nuevos formatos de redes sociales en internet, sube a millones
de opciones aparentes la cantidad de historias en las que podemos fincar
nuestras ideas.
Sin embargo, en los últimos años todas las historias parecen ser iguales.
Incluso a nivel estructural la misma historia. Sí, una y otra vez miramos en
televisión, cine e incluso libros las
mismas historias repitiéndose hasta la saciedad. Y no podemos pensar en una
humanidad abierta, diversa, tolerante si sólo se nutre de las mismas historias
y estructuras de pensamiento.
Más allá de la queja y la crítica a una sociedad actual plagada de
violencia y muerte, es necesario ir a la raíz del problema. Hacen
falta modelos de paz que replicar. El cine, la tele y mucha literatura están
plagados de una "cultura" de la violencia, de la guerra, de la
competencia y el aniquilamiento del Otro. Así que a crear nuevas historias y
modelos bajo esa idea, nuevos contenidos para una cultura de paz y armonía.
Claro que esto no deja dinero, la cultura del
espectáculo no apoya aquello que no convenga al macro sistema. A veces me
parece muy clara la idea de “divide y vencerás”, porque una sociedad incapaz de
hacer comunidad, jamás podrá organizarse contra sus opresores, es más ni
siquiera puede saber que está siendo oprimida.
A menudo me parece
increíble el trabajo tan fuerte de destrucción y aniquilación del Otro, casi
sistemático, que implica la cultura contemporánea. Debido a ideas de raza, de
nación, de poder trabajan grandes grupos sociales en destruir a otros. Y no
sólo en macro, sino en la propia idea de éxito y liderazgo hay mucho de ese
combate personal contra los demás, destacar, estar por encima, ser el mejor
implica necesariamente pasar por encima del Otro, su anulación o, al menos,
ignorar a los demás y sentirse por sobre ellos.
Actualmente el
juego de las dicotomías llega al absurdo: bueno/malo, blaco/negro,
occidente/oriente, creyente/ateo, hombre/mujer y tantas ideas más que si lo
miramos desde una perspectiva más amplia no son sino partes de un todo, pero en
lugar de ello siempre la cultura humana las pone a pelear.
Gracias a estas
ideas de dualidad, siempre un lado o un grupo trata de tener el poder por
encima del otro; de manera que la comunidad humana siempre está dividida por
ideas como nacionalidad, género o cualquiera otra. Y al ser juez y parte, el
humano parece incapaz de religar y hacer comunidad.
Es hora de que la humanidad recordemos que somos sólo una especie animal
más en el mundo, luchando por su propia supervivencia y no dos especies
tratando de imponer su poder una sobre otra. No somos hombres, ni mujeres,
somos seres humanos, dos caras de la misma moneda. Lo demás -y me disculpo de
antemano- son inventos sociales que ciertas culturas han utilizado para ejercer
su poder y desintegrarnos.
Cholula, Pue. 24 de febrero de 2016
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