jueves, 10 de marzo de 2016

Historias para la comunidad y el amor

Martín Corona Alarcón


Yo supongo que cuando el mono bajó del árbol y pudo hablar dijo: no soy más mono, ahora seré humano. Y los que pudieron entenderlo le creyeron, pero antes tuvo que explicarles su sueño: aquello que lo hacía humano. Y mediante largas explicaciones e historias imaginó lo que después comprendería pertenecer a la humanidad.
Porque los humanos somos los únicos animales que se cuentan y cuentan. Los únicos bichos sobre la tierra capaces de enumerar, acumular y generar “ganancias”, pero todo ello es sólo porque se cuenta. Es decir, puede inventar un discurso acerca de algo que no existe aún y contándolo, escribiéndolo, pintándolo o, simplemente, comunicándolo hacer que otros humanos lo crean posible y después lo hagan una realidad.
El ejemplo de lo anterior es nuestra realidad circundante: ciudades enormes, ideas como democracia, amor y, sobre todo, pantallas. La gente de nuestro momento histórico alimenta su alma de lo que mira y escucha en las pantallas. Frases como: “es verdad, lo vi en televisión” o “ya lo leí en el periódico”, son lo más común para validar algo nuevo o diferente. Y si además le sumamos los nuevos formatos de redes sociales en internet, sube a millones de opciones aparentes la cantidad de historias en las que podemos fincar nuestras ideas.
Sin embargo, en los últimos años todas las historias parecen ser iguales. Incluso a nivel estructural la misma historia. Sí, una y otra vez miramos en televisión, cine  e incluso libros las mismas historias repitiéndose hasta la saciedad. Y no podemos pensar en una humanidad abierta, diversa, tolerante si sólo se nutre de las mismas historias y estructuras de pensamiento.
Más allá de la queja y la crítica a una sociedad actual plagada de violencia y muerte, es necesario ir a la raíz del problema. Hacen falta modelos de paz que replicar. El cine, la tele y mucha literatura están plagados de una "cultura" de la violencia, de la guerra, de la competencia y el aniquilamiento del Otro. Así que a crear nuevas historias y modelos bajo esa idea, nuevos contenidos para una cultura de paz y armonía.
Claro que esto no deja dinero, la cultura del espectáculo no apoya aquello que no convenga al macro sistema. A veces me parece muy clara la idea de “divide y vencerás”, porque una sociedad incapaz de hacer comunidad, jamás podrá organizarse contra sus opresores, es más ni siquiera puede saber que está siendo oprimida.
A menudo me parece increíble el trabajo tan fuerte de destrucción y aniquilación del Otro, casi sistemático, que implica la cultura contemporánea. Debido a ideas de raza, de nación, de poder trabajan grandes grupos sociales en destruir a otros. Y no sólo en macro, sino en la propia idea de éxito y liderazgo hay mucho de ese combate personal contra los demás, destacar, estar por encima, ser el mejor implica necesariamente pasar por encima del Otro, su anulación o, al menos, ignorar a los demás y sentirse por sobre ellos.
Actualmente el juego de las dicotomías llega al absurdo: bueno/malo, blaco/negro, occidente/oriente, creyente/ateo, hombre/mujer y tantas ideas más que si lo miramos desde una perspectiva más amplia no son sino partes de un todo, pero en lugar de ello siempre la cultura humana las pone a pelear.
Gracias a estas ideas de dualidad, siempre un lado o un grupo trata de tener el poder por encima del otro; de manera que la comunidad humana siempre está dividida por ideas como nacionalidad, género o cualquiera otra. Y al ser juez y parte, el humano parece incapaz de religar y hacer comunidad. 
Es hora de que la humanidad recordemos que somos sólo una especie animal más en el mundo, luchando por su propia supervivencia y no dos especies tratando de imponer su poder una sobre otra. No somos hombres, ni mujeres, somos seres humanos, dos caras de la misma moneda. Lo demás -y me disculpo de antemano- son inventos sociales que ciertas culturas han utilizado para ejercer su poder y desintegrarnos.

Cholula, Pue. 24 de febrero de 2016

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