Con el término
Narración Oral se ha definido a los cuentacuentos basados en la palabra, a
quienes cuentan una historia de manera artificiosa para gusto de un público.
Diciendo oral los diferenciamos de los narradores literarios, del autor de
novelas, cuentos e historias. En general es el narrador oral quien se nutre del
escritor, buena parte del trabajo de narrador es traducir el escrito literario
en un discurso oral capaz de ser atractivo y ameno para el público.
Es curioso este
juego de los tiempos, ya que en la antigüedad y en culturas que carecían de
escritura todo era justo al revés: lo oral alimentó a lo escrito. ¿Por qué el
momento de la historia con más lectores en el mundo resurge la oralidad como
forma de arte?
Más que re
surgir, lo que ocurre es que siempre está ahí la oralidad. Los humanos
necesitamos de la voz para seguir siéndolo; es decir que aquellas personas
formadas en la actualidad por la tele, la radio, el internet, el cine y demás
formas de comunicación carecen de esa voz humana y la buscan. Así que cuando me preguntan por qué
los niños de ahora gustan tanto de los cuentos, la respuesta es porque los
niños desde siempre gustan de la voz humana, de los cuentos contados por un
adulto; sólo que ahora su familia no está pendiente de eso, le dejan esa labor
a las pantallas.
Quizá por eso es
que actualmente contar cuentos se ha convertido en un estilo de escena, en una
forma de comunicar y hasta en una forma de vida para quienes ganamos dinero de
ello. Sin embargo, hay que ser claros en algo: narrar de forma escénica no es
lo mismo que hacerlo en casa. Si bien el espectáculo de cuenta cuentos nos
puede acercara a la oralidad no lo es en esencia, de modo que aquellos que
gusten de ver cuentacuentos deben saber que llevar a sus hijos no termina la
tarea, sólo la inicia.
Por otra parte,
la labor del cuenta cuentos escénico en la actualidad es muy variada. Hay
cuenteros de todo tipo y con todo tipo de formación y de carencia formativa.
Hay quienes tomaron talleres con las “vacas sagradas” e imitan a pie juntillas
lo aprendido, hay quienes iniciaron por la suya tomando elementos de aquí y de
allá, hay quienes han leído y se han preparado intelectualmente y,
lamentablemente, también hay otros que sólo lo ven como una forma de ganar
dinero.
Sin embargo, a
diferencia de otras labores, al exponerse tanto el narrador oral ante el
público, resulta muy fácil descubrir quién miente, quién no sabe o no se
prepara. Un payaso de parque o fiesta tiene una máscara, no sabes quién es, no
mira a los ojos y es ruidoso y hasta molesto. Un actor tiene cuarta pared y
sabemos que está haciendo a un personaje, que no es él mismo; lo mismo para con
los personajes de la tele. Y en el caso de los cirqueros ocurre algo similar,
su trabajo es mostrar destrezas y sorprender. En cambio el cuenta cuentos
expone parte de su ser en su afán de comunicar una historia.
Y si su ser es
amable sus cuentos lo serán, si es violento y tremebundo de ello se contagiará
su trabajo, aquí hay pocas mediaciones. Quizá por ello los cuenteros más
experimentados son gente sencilla y amable, de buen trato y respetuosa de su
público.
Un cuenta cuentos
trabajará con toda clase de gente, irá a sitios muy diversos donde se
sorprenderá de que aquello que creyó le serviría fracasa, mientras que esa
misma sorpresa expuesta con honestidad lo llevará a siempre lograr su labor:
comunicar algo diverso, diverso y entrañable para él y para el escucha.
A la manera de
los juglares, muchos cuenteros en la actualidad vamos por nuestras regiones
cotidianamente, por estados vecinos, pueblos, rancherías y hasta ciudades; sin
despreciar nunca foro alguno. Contando historias en parques, jardines, plazas,
escuelas, hospitales, salones de clases, bibliotecas, cárceles, fiestas y todo
sitio donde haga falta una palabra.
Obvio, como en
todo oficio los hay inteligentes y capaces como embusteros y mediocres, pero es
sólo parte de una labor humana en esencia; tan humana que quizá el primer
cuento que se contó en el mundo fue el de unos monos que no lo eran, tan bueno
resulto que aquí estamos creyendo que no los somos.
María Laura Vázquez, Luis Bravo y Tupac. |
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